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sábado, 25 de abril de 2009

Las mujeres, que leen, son peligrosas



Cuando Ana me regaló hace dos años este libro sentí que "un libro tambíen puede enamorarnos visualmente". Es de esos libros que la primera vez que lo tienes en las manos necesitas acariciarlos. Después lo ojeas de principio a fin concentrándote en las fotografías (cuadros, dibujos,fotos).

Varias veces fui retrasando su lectura, lo abría y solo quería disfrutar de la belleza de sus imágenes. Nunca ha estado en un estante una vez leído, lo tengo cerca, a mano y vuelvo a él periódicamente por el puro placer de contemplarlo.

Las mujeres, que leen, son peligrosas es una defensa de la libertad de expresión y un homenaje a los escritores y a todas las mujeres lectoras. Su autor repasa la historia de la lectura femenina desde la Edad Media hasta nuestros días. Recuerda que tuvieron que pasar muchos años antes de que las mujeres pudieran leer libremente lo que deseaban, tanto para su educación como por placer. Años en los que se limitaron a bordar, rezar, cuidar de sus hijos y cocinar, hasta que, a través de la lectura, del pensamiento, de la imaginación y del saber, vivieron experiencias que hasta entonces sólo estaban reservadas a los hombres. Y entonces, se volvieron peligrosas.

Para mostrar este recorrido, Bollman selecciona una serie de pinturas, dibujos, grabados y fotografías de mujeres leyendo, realizados por varios artistas, desde la Edad Media hasta el siglo XXI. Desde Rembrandt hasta Hopper, pasando por Vermeer, Manet, Matisse, Casas y por la fotógrafa Eve Arnold. Se trata de imágenes que van acompañadas de un comentario del escritor, en el que explica el entorno en el que fue creada la imagen, quién es la lectora, y el texto que está leyendo.

El libro empieza con la imagen de la Anunciación de María, del pintor Simone Martini de Siena, en la que se ve a la Virgen sorprendida por el ángel en plena lectura. El texto nos explica que la Virgen ya no es la inocente ingenua que los teólogos solían reflejar, sino una mujer inteligente que se apropia del saber y el conocimiento no por obediencia, sino gracias a la lectura y al estudio. Y concluye con la fotografía de Marilyn Monroe leyendo el Ulises, realizada en 1952 por Eve Arnold. En el texto, el autor cuenta que fue a ver a la fotógrafa para preguntarle si de verdad la actriz leía a Joyce, y ésta le respondió que Marilyn no sólo leía el libro, sino que le gustaba mucho y lo leía en voz alta.


Las mujeres, que leen, son peligrosas también incluye un prólogo realizado por la editora catalana Esther Tusquets, en donde nos muestra, de una forma íntima, la lucha de las mujeres por tener acceso a los libros y el conocimiento, y la discriminación que tuvieron que sufrir para lograrlo.

Tusquets recuerda cómo durante siglos se dificultó el acceso de la mujer a la lectura y se les prohibieron determinados libros. Y explica que a muchos hombres las mujeres que leen les parecían sospechosas "porque la lectura podía minar en ellas una de las cualidades que ellos mismos más valoraban: la sumisión. Todavía cuando yo era niña, en la España de los años 40, algunas de las amigas de mi madre me advertían escandalizadas que el exceso de lectura y de saber me llevaría a tener mayores problemas con los hombres", cuenta.




Para la editora, el acceso de la lectura supuso un gran avance para la mujer. "Le dio mayor confianza en su propio valer, la hizo más autónoma, la ayudó a pensar por sí misma y le abrió nuevos horizontes", dice. Y ahora que la lectura se ha generalizado y ha perdido poder, ¿son peligrosas las mujeres que leen? Para contestar a esa pregunta Tusquets cita a un amigo suyo al que le hizo esa pregunta y quien le respondió que a él, las que le daban más miedo "son las que no leen".





domingo, 1 de marzo de 2009

Elisabetta Sirani (1638-1665)

Bolonia es reconocida como la ciudad que produjo mayor cantidad de pintoras en el siglo XVII, hecho que se debe en parte a que allí la mujer logró muchos avances en el reconocimiento de sus derechos.
Fue en este lugar donde nació Elisabetta, en el año 1638, y como la mayoría de las artistas de la época aprendió a pintar con su padre, Giovanni Sirani -seguidor del estilo de Guido Reni- aunque este en principio rechazara la idea de que su hija se convirtiese en pintora.
Afortunadamente, la joven recibió el apoyo de quien luego sería su biógrafo, el conde Carlo Cesare Malvasia, comenzando su desarrollo como pintora en el año 1650.




A los 19 años Elisabetta comenzó a pintar como actividad profesional y pronto se hizo cargo del taller de su padre cuando se encontró incapacitado por la gota.

A través del arte, la joven pudo mantener a sus padres y sus tres hermanos.Elisabetta trabajaba con asombrosa rapidez.

Su taller llegó a ser visitado por amantes del arte de toda Europa, interesados en presenciar su proceso pictórico. Se cuenta que muchos dudaban que ella pudiera realizar con tanta rapidez una obra, por lo que llegó a convocar a los incrédulos el 16 de mayo de 1664 para que fueran testigos de su manera de pintar. En una sesión pintó un retrato completo. Se cree que el mal genio del padre contribuyó a que pintara rápido.

La pintura, el dibujo y el grabado no fueron las únicas actividades cultivadas por esta artista; también incursionó en la música y la poesía. En todos estos ámbitos desarrolló sus obras en torno a temas históricos y religiosos. También realizó retratos, pero lamentablemente ninguno ha sobrevivido, salvo sus autorretratos.

Un ejemplo de tema histórico es su obra “Porcia hiriéndose el muslo” (1664), que representa a la esposa de Brutus tratando de probar a su marido que es digna de su confianza, hiriéndose el muslo para demostrar su valentía, cualidad asociada comúnmente con los hombres. Esta es una escena de Julio César, como está contada por Shakespeare.En su temática religiosa tuvo gran aprecio de la Iglesia, que luego de conocer sus aguafuertes le hizo varios encargos, entre los que se encuentra “El Bautismo de Cristo” para la iglesia de Certosini.También la nobleza se interesó en el trabajo de Elisabetta. Entre sus clientes más prominentes se encuentra el Gran Duque Cosimo III de Medici.

En 1644 pintó el retrato del Príncipe Leopoldo de la Toscana, y el Príncipe Heredero de la Toscana le encargó una Virgen.El estilo de su pintura difiere un poco del de sus dibujos a lápiz y tinta, caracterizados por fuertes contrastes de luz y sombra. En concordancia con la escuela clásica boloñesa, en su pintura suaviza más los contrastes con sombras tostadas. La composición es simple, la pincelada rápida. Algunos califican su estilo como de tendencia decorativa y otros también han notado dificultades en sus dibujos anatómicos, tal vez por no poder representar desnudos con modelos vivos.




Elisabetta tuvo una muerte temprana que sólo le permitió desarrollar una carrera de una década, en la que tuvo una producción de casi 200 obras.

Tenía 27 años cuando comenzó a sufrir fuertes dolores estomacales que provocaron repentinamente su deceso. Su padre sospechó que había sido envenenada por una sirvienta celosa, a quien llevó a juicio, pero la muchacha fue absuelta. Una autopsia que se realizó ante testigos mostró varias úlceras perforadas en el estómago de Elisabetta. Hoy se cree que la presión bajo la cual trabajaba fue probablemente la causa de su enfermedad. Su funeral fue realizado con grandes honores, con un catafalco representando el Templo de la Fama que contenía una estatua de la artista sentada frente a su caballete, en tamaño natural. Como legado, esta artista no sólo dejó sus obras. También tuvo el mérito de haber fundado una Escuela de Arte para mujeres a la temprana edad de 14 años, de donde surgieron varias pintoras profesionales, entre las cuales se encontraban sus dos hermanas menores, Anna María y Bárbara.



jueves, 19 de febrero de 2009

Lilith, la historia que no nos contaron



Lilith fue la primera mujer que reclamó un lugar de igualdad con el hombre en la obra de Dios.


Génesis 1 27. "Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza; lo creó a la imagen de Dios, los creó varón y mujer.
28. Y los bendijo, (…)."

El varón se llamó Adán y la mujer Lilith (según consta en la literatura hebrea). Lilith, la primera esposa de Adán estaba hecha con "arcilla del suelo", igual que él. Era hermosa, vital, inquieta, inquisitiva… libre… y no disimulaba su risa cuando Adán, todavía un novato en esto de estar en el Paraíso, se equivocaba. La mirada divertida y burlona de Lilith lo desconcertaba. ¿Cómo se podía reír de él, que estaba hecho a imagen y semejanza de Dios y Dios era perfecto y todo lo hacía bien?
Los primeros tiempos, Adán estaba entusiasmado con esta mujer, que representaba todo un desafío. Pero después se cansó de tener que reflexionar con ella, negociar y llegar a acuerdos en los que en ocasiones, según él, "salía perdiendo"… además ella no quería estar siempre "abajo", sabía lo que quería y pedía lo que tenía ganas.

Fue por esa época cuando él se tomó muy en serio lo de "dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se mueven en la tierra", y comenzó a dar órdenes que Lilith no cumplía. Desalentado visitaba a Dios y le contaba sus tribulaciones. El Creador, cansado de tantos lamentos, habló con Lilith:
"Adán es un buen muchacho, mira que paciencia que te tiene, ¿dónde vas a encontrar otro? Mejor hazle caso."

¿Hacerle caso? ¿Subordinarse a ese "buen muchacho" incapaz de entender que eran diferentes, pero que eso no significaba ser mejor o peor, reacio a aceptar una convivencia sin jerarquías, en un plano de igualdad? No, decididamente NO.

Habían sido creados el mismo día y de la misma manera, por lo tanto tenían los mismos derechos, argumentó y se fue a nadar despreocupada en la cascada, exhalando a su paso un aroma a hierbas y musgo que hizo suspirar al creador. Indudablemente la "rebeldía" tenía su encanto.
Un día, cansada de los lloriqueos de Adán y de las presiones de Dios, decidió que el Paraíso no tenía nada de maravilloso y se fue. Así de simple, sin sentir una pizca de remordimiento o de culpa. El pecado todavía no existía. Cuentan que le dejó todo a Adán, no se llevó ni una hoja de parra. Su desnudez la hacía sentir hermosa y fuerte.
Dios respiró aliviado creyendo que habían acabado todos los problemas, pero no. Adán estaba insoportable: a pesar de toda su cacareada autosuficiencia, la soledad le pesaba. Ya nadie aplaudía lo que hacía, ni le daba las gracias, ni… Ni las sumisas ovejas, ni las juguetonas cabras podían compararse con Lilith. ¡Realmente cómo se habían divertido!
La tristeza de Adán conmovió al Creador… además, quería sacárselo de encima; había que reconocer que, sin una mujer, se ponía muy fastidioso. Entonces, decidió darle una compañera menos "independiente".

Génesis 1 18. Después dijo el Señor Dios: "No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada". (…), con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre.
23. El hombre exclamó: ¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!
Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del hombre".

Lo que sigue es historia conocida.

sábado, 14 de febrero de 2009

Sofonisba Anguissola (1532-1625)




El olvido en el que la historia del arte ha sumido la obra de esta pintora, es uno de los más claros ejemplos del como la nula consideración en la que se ha tenido a las mujeres a lo largo del tiempo, ha pasado por encima del rigor en el estudio.

Aunque seguro que no fue la primera mujer pintora, sí que fue la primera mujer en la historia a la que se le reconoció oficialmente el estatus de artista e incluso consiguió fama y ganarse muy bien la vida con sus pinturas, algo nunca visto hasta entonces.

Pese a gozar de fama, pronto cayó en el olvido y muchas de sus obras fueron atribuidas a otros pintores.


Sofonisba debe su peculiar nombre al gusto de su padre, Amilcare Anguissola por los nombres procedentes de la historia antigua de Cartago. Curiosamente, constituyendo una rareza en la época, su padre decidió educar a Sofonisba y a sus hermanas como a jóvenes prodigios del humanismo, ya que todas ellas practicaron música, pintura y alguna de ellas incluso la literatura.


Curioso autorretrato donde Sofonisba se pinta siendo pintada.
Se cree que el pintor que se ve es su maestro Bernardino Campi
y que con este cuadro, Sofonisba quiso quedar claro que estaba
a la altura (o más) de cualquier pintor.

Su primer maestro fue Bernardino Campi, con quien aprendió las labores básicas de prepararlolienzos o tablas, la imprimación, la obtención de los pigmentos requeridos, etc.La familia Anguissola procedía de la pequeña aristocracia de Cremona (Ducado de Milán), por lo que no estaba bien visto que las jóvenes aprendices de pintoras retratasen modelos, con lo que pronto se acostumbran a retratarse en familia, haciendo que sean retratos tiernos, de momentos íntimos, captados en momentos cotidianos, como por ejemplo el retrato que Sofonisba pinta de su hermano Asdrúbal con unos dos años llorando, al tiempo que una de las niñas trata de consolarlo.

También empezó a retratarse a si misma, al igual que muchos de los grandes pintores de la historia, utilizando su imagen para experimentar e indagar en los senderos del arte. Se conservan autorretratos suyos desde los quince o catorce años hasta los casi noventa años.Tras pasar unos tres años aprendiendo con Bernardino Gatti, su segundo maestro, a mediados de siglo XVI, en 1554 (cuenta entonces con 21 años) decide viajar a Roma para aprender de los grandes artistas que allí trabajaban, sobre todo con el maestro Miguel Ángel, que aunque ya pasaba de los setenta años, seguía trabajando para el Papado y dominando el panorama artístico.


Cuando él le pidió que pintara un niño llorando, Sofonisba dibujó "Niño mordido por un cangrejo", y cuando Miguel Ángel lo vio, reconoció de inmediato el talento de ella. A partir de ese momento, el genio le daba bosquejos de su cuaderno de notas para que ella los pintara con su estilo personal y le ofreció consejo sobre los resultados.













“Niño mordido por un cangrejo” boceto que hizo Sofonisba y que se encontró entre los documentos de M.Angel. En el dibujo se ve a Sofonisba y su hermano pequeño.







Se conservan dos cartas de Amilcare Anguissola dirigidas a Miguel Ángel, en las que le agradece el trato y atenciones que éste dispensó a su hija. Durante ese tiempo transcurrido en Roma, su fama como artista comenzó a crecer, incluso uno de sus autorretratos fue adquirido por el Papa Julio III.
Tras su estancia en Roma viaja a otras ciudades como Mantua o Milán, donde contactó con el Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, del que pintó un retrato hoy perdido, que supuso su contacto con la corte de España.

En aquel momento se estaba gestando la tercera boda de Felipe II con la jovencísima Isabel de Valois, que mostraba un gran interés por la música y las artes, motivo por el que el monarca decidió que una mujer de talento como Sofonisba sería adecuada como compañera de la reina.


Es realmente curioso el que hubiera que buscar una justificación de su presencia en la Corte sin “manchar” la honorabilidad de los Anguissola, que aunque humildes, seguían siendo aristócratas, por lo que no podían atribuir a Sofonisba ninguna ocupación “utilitaria” (ese tipo de prestación correspondería a personas de extracción social más baja).


Así pues, pese a ser de la baja nobleza, residió en España en calidad de “dama de honor” de la reina desde 1559. En estos años se mantuvo muy activa como retratista, tanto de la familia real (la reina, el rey, las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina, el príncipe Don Carlos) como de diversos personajes de la corte. Gran parte de estos retratos, expuestos en varios museos y colecciones fueron los atribudos a otros pintores como Tiziano, Sánchez Coello o Pantoja de la Cruz.






Isabel de Valois





















En 1568, fallece Isabel de Valois, pese a lo cual Sofonisba continúa en la corte, lo que demuestra la alta estima en la que la tenía el monarca, que incluso consigue que la pintora se case con un caballero de la alta nobleza siciliana, Don Fabricio de Moncada, actuando el mismo como testigo de la ceremonia.

En 1573 Sofonisba partió hacia Sicilia, y poco sabemos de ella en los cinco años que duró este matrimonio. Volvemos a tener noticias de ella con motivo de su segunda y polémica boda con Orazio Lomellini, un hombre del que poco se sabe, solo que era el capitán del barco en el que la pintora viajaba cuando enviudó para regresar a su casa paterna.

La boda no gustó en el entorno de Sofonisba, ni en su familia ni en la de su difunto marido, ya que al inferior rango social de Orazio le sumaban como inconveniente la mayor juventud de éste frente a Sofonisba.
Pese a esto, el matrimonio se instaló en Génova donde la pintora vivió hasta los noventa años y siguió trabajando, pintando retratos y también cuadros religiosos, dentro del espíritu creciente de la Contrarreforma. Allí recibía visitas destacadas, como la de la infanta Isabel Clara Eugenia y parece ser que enseñando su arte a algún discípulo.


En 1615 se trasladó a Sicilia donde está documentada una visita que le hizo el entonces jovencísimo aprendiz de Rubens, Van Dick, que le hizo dos retratos y anotó en su diario la profunda impresión que le causó la artista. Hasta 1620 siguió trabajando, pues de esta fecha es su último autorretrato, quizás su última obra.

Falleció en 1625 en Palermo, dejando una obra artística de calidad, pronto olvidada por los historiadores, rescatada en las últimas décadas y devuelta al lugar que le corresponde.


Último autorretrato de Sofonisba realizado poco antes de su muerte.

El secreto de su arte podría resumirse en unas palabras dichas por ella en cierta ocasión:

"La vida está llena de sorpresas, intento capturar esos preciosos momentos con los ojos bien abiertos".































domingo, 25 de enero de 2009

La Dama de la Lámpara

El aire de leyenda que acompaña la figura de Florence Nightingale comenzó a raíz del estallido de la guerra franco rusa, en Crimea, en el año 1854. Tras escuchar noticias acerca de las deficientes condiciones sanitarias que imperaban en el Hospital de Üsküdar, envió una carta al secretario de guerra británico ofreciendo sus servicios como voluntaria.
Al recibir una respuesta afirmativa, emprendió el viaje acompañada de 38 enfermeras voluntarias que había reclutado y se presentó en los campos de batalla: era la primera vez que se permitía la entrada de personal femenino en el ejército británico. Ya en Crimea se pudo constatar el deplorable estado en el que se encontraban los soldados hospitalizados: catres amontonados, escasa limpieza, mala comida y apenas medicinas.

Surgió entonces la leyenda de “La Dama de la lámpara” o “El ángel de los tullidos” pues Florence, acompañada por una lámpara y por un búho domesticado en el bolsillo, solía realizar interminables rondas nocturnas entre los heridos curándolos y brindándoles ánimo.

El siguiente poema de Longfellow condensa la historia casi legendaria de esta mujer que forma parte de los anales registrados en los servicios a la humanidad. Semejaba un ángel de misericordia cuya sola presencia llevaba la felicidad a muchos miles de hombres desdichados; y la luz que en las angustiosas horas de las noches proyectaba esta incansable mujer, un radiante milagro. Su trabajo, impuesto voluntariamente, no conocía el reposo. Los soldados besaban su sombra, cuando ella pasaba.



“Los heridos en la batalla
En lúgubres hospitales de dolor;
Los tristes corredores,
Los fríos suelos de piedra.
¡Mirad! En aquella casa de aflicción
Veo una dama con una lámpara.
Pasa a través de las vacilantes tinieblas
y se desliza de sala en sala.
Y lentamente, como en un sueño de felicidad,
El mudo paciente se vuelve a besar su sombra,
Cuando se proyecta en las obscuras paredes.”


A pesar de ser pocas enfermeras el grupo llegó a atender a más de cinco mil heridos. El arribo femenino realmente no fue bien visto por los cirujanos que estaban en el lugar, la joven Florence impávida, trabajó sin descanso para mejorar las condiciones del hospital y el cuidado a los soldados. Los cambios que ella introdujo revolucionaron los cuidados médicos militares de Inglaterra, incrementaron los estándares de sanidad y nutrición, y bajaron drásticamente los índices de mortalidad contribuyendo a corregir las condiciones higiénicas en general.

La Promesa

El «Juramento de Florence Nightingale», así llamado en homenaje a quien es considerada como la fundadora de la enfermería moderna, fue redactado en 1893 por un comité, presidido por la profesora Lystra E. Gretter, del Farrand Training School for Nurses y viejo Harper Hospital, en Detroit, estado de Michigan. Fue empleado por vez primera en la ceremonia de graduación de la citada escuela de enfermería en la primavera de 1893. Desde entonces el juramento es recitado con ocasión de la graduación en numerosas escuelas británicas y norteamericanas en celebraciones en las que tampoco falta un candil, como símbolo de la profesión. El texto viene a ser la transposición a la enfermería del juramento hipocrático que suscriben los médicos.


“Yo me comprometo solemnemente ante Dios y en la presencia de esta asamblea, a fin de pasar mi vida en pureza y practicar mi profesión fielmente.

Me abstendré de todo lo que sea perjudicial y malicioso y no tomar o administrar a sabiendas ninguna droga nociva.

Voy a hacer todo en mi poder para mantener y elevar el nivel de mi profesión, y se mantendrá en la confianza de todos los asuntos personales de mi cometido y de mantenimiento de todos los asuntos de la familia llegue a mi conocimiento en la práctica de mi vocación.

Con lealtad me esfuerzo para ayudar al médico en su trabajo, y dedicarme al bienestar de los cometidos a mi cuidado.”


Florence Nightingale



Florence Nightingale nació en una familia de clase alta el 12 de mayo de 1820. Sus padres la llamaron Florence por la ciudad en la que nació, Florencia. Con su padre, Florence aprendió matemáticas, historia, griego, latín, francés y alemán.

Desde pequeña, Florence supo que su vocación era ayudar a los enfermos, pero su familia se negaba a aceptar esta vocación, porque la enfermería en ese tiempo, era trabajo de alcohólicas y/o prostitutas.

En 1850 Nightingale comenzó a estudiar en diferentes países y en 1853 consiguió un trabajo voluntario como supervisora en un hospital de mujeres en Londres.

La idea de formar enfermeras no era totalmente nueva en la Gran Bretaña de mediados del siglo XIX. Ya antes de la guerra de Crimea habían comenzado a resurgir las asociaciones de enfermeras, que agrupaban a numerosas mujeres competentes y moralmente intachables, en contraposición al estereotipo de enfermera borracha e ignorante.

Durante los decenios de 1830-1840 y 1840-1850, y gracias a las nuevas libertades religiosas, se habían creado en Gran Bretaña numerosos centros como St. John’s House, una hermandad anglicana creada en 1848, que en tres meses formaba a mujeres para cuidar a los enfermos pobres en sus propios hogares.
A medida que maduraba su idea, era consciente de la resistencia que podía suscitar.

Durante la guerra de Crimea, el rumor aparecido en la prensa de que algunas enfermeras habían intentado convertir a soldados en sus lechos de muerte había estado a punto de dar al traste con su misión.El temor a este tipo de controversias fue probablemente un factor de peso que hizo que Florence Nightingale se inclinara por la formación laica de enfermeras.


En 1854 la guerra de Crimea significó un gran cambio en la vida de Florence. Ese año, la secretaría de guerra del país le pidió a Nightingale que encabezara una unidad de treinta y ocho mujeres para atender médicamente a las tropas que morían enfermas rápidamente. Aunque ser mujer implicaba que Nightingale tenía que luchar contra las autoridades militares a cada paso, fue reformando el sistema hospitalario. Bajo condiciones que resultaban inhumanas, entre soldados tirados en el suelo rodeados de alimañas y en operaciones nada higiénicas, no debe sorprendernos que cuando Nightingale llegó a Escutari las enfermedades como el cólera y el tifus cundieran en los hospitales. Esto implicaba que los soldados heridos tuvieran una probabilidad siete veces mayor de morir en el hospital de una enfermedad que de morir en el campo de batalla.

Mientras estuvo en Turquía, Nightingale recolectó datos y organizó un sistema para llevar un registro; esta información fue usada después como herramienta para mejorar los hospitales militares y la ciudad. Los conocimientos matemáticos de Nightingale se volvieron evidentes cuando usó los datos que había recolectado para calcular la tasa de mortalidad en el hospital. Estos cálculos demostraron que una mejora en los métodos sanitarios empleados, produciría una disminución en el número de muertes. Para febrero de 1855 la tasa de mortalidad había caído de 60% al 42.7%. Mediante el establecimiento de una fuente de agua potable así como usando su propio dinero para comprar frutas, vegetales y equipamiento hospitalario; para la primavera siguiente la tasa había decrecido otro 2.2%.


Nighingale usó esta información estadística para crear su Diagrama de Área Polar, o 'coxcombs' como los llamó ella. Éstos fueron usados para dar un representación gráfica de las cifras de mortalidad durante la Guerra de Crimea (1854-1856). El área de cada cuña coloreada, medida desde el centro es proporcional a la estadística que representa. La parte exterior azul representa muertes debidas a enfermedades infecciosas prevenibles o mitigables, en otras palabras, enfermedades contagiosas como el cólera y el tifus.


Los pedazos centrales rojos muestran las muertes por todas las demás causas. Las muertes en los hospitales de campo británicos alcanzaron su máximo en enero de 1855 cuando 2 761 soldados murieron por enfermedades contagiosas, 83 por heridas y 324 por otras causas, con un total de 3 168 muertes. El promedio de hombres en la armada ese mes fue de 32 393. Usando esta información, Nightingale calculó una tasa de mortalidad de 1 174 por cada 10 000, de los cuales 1 023 de cada 10 000 se debían a enfermedades infeccionsas. De haber continuado así y sin la sustitución frecuente de tropas, entonces las enfermedades por sí mismas habrían acabado totalmente con el ejército británico en Crimea.


Sin embargo, estas condiciones insalubres no se limitaban a los hospitales militares de campo. Al volver a Londres en agosto de 1856, cuatro meses después de la firma del tratado de paz, Nightingale descubrió que en época de paz, los soldados de entre 20 y 35 años de edad tenían una tasa de mortalidad del doble de la de los civiles. Usando sus estadísticas, ilustró la necesidad de una reforma sanitaria en todos los hospitales militares. Al impulsar su causa, Nightingale consiguió llamar la atención de la Reina Victoria y el Príncipe Alberto así como la del Primer Ministro, Lord Palmeston. Sus deseos de llevar a cabo una investigación formal le fueron concedidos en mayo de 1857 y llevaron al establecimiento de la Comisión Real para la Salud del Ejército. Nightingale se escondió de la atención pública y empezó a preocuparse por las tropas apostadas en la India.

En 1860 abrió la Escuela de Entrenamiento y Hogar Nightingale para Enfermeras en el hospital de St. Thomas en Londres, con 10 estudiantes. Era financiada por medio del Fondo Nightingale, un fondo de contribuciones públicas establecido en la época en que Nightingale estuvo en Crimea y que contaba con £50 000. La escuela se basaba en dos principios:

1. Las enfermeras debían adquirir experiencia práctica en hospitales organizados especialmente con ese propósito.
2. Las enfermeras debían vivir en un hogar adecuado para formar una vida moral y disciplinada.

Con la fundación de esta escuela Nightingal había logrado transformar la mala fama de la enfermería en el pasado en una carrera responsable y respetable para las mujeres. La nueva labor de Florence Nightingale entrañaba no pocas dificultades.

El sistema dependía de monjas que carecían de formación; los médicos, como era de prever, no entendían que las enfermeras necesitaran una formación específica; la enfermera jefe, responsable de las enfermeras en el hospital, utilizaba a las alumnas como personal suplementario.

En definitiva, no resultaba fácil encontrar alumnas con las cualidades requeridas.Los éxitos de la escuela facilitaron la incorporación de alumnas mejor capacitadas, por lo que “enfermeras Nightingale” cada vez mejor preparadas comenzaron a crear sus propias escuelas de enfermeras.
Casi durante el resto de su vida Nightingale estuvo postrada en cama debido a una enfermedad contraída en Crimea, lo que le impidió continuar con su trabajo como enfermera. No obstante, la enfermedad no la detuvo de hacer campaña para mejorar los estándares de salud; publicó 200 libros, reportes y panfletos. Una de esas publicaciones fue un libro titulado "Notas sobre enfermería" (1860). Este fue el primer libro para uso específico en la enseñanza de la enfermería y fue traducido a muchos idiomas.
Las otras obras publicadas de Nightingale incluyen "Notas sobre los hospitales" (1859) y "Notas sobre la enfermería para las clases trabajadoras" (1861).
En 1874 se convirtió en miembro honorífico de la American Statistical Association y en 1883 la Reina Victoria le otorgó la Cruz Roja Real por su labor.

Su mayor aportación es sin duda, la dignificación de la profesión de enfermería y la formación de enfermeras con alto grado académico y responsabilidad médicas; así como también, los primeros estudios estadísticos hechos en hospitales.
Nightingale expuso también una teoría sobre el aprendizaje en la que hacía hincapié en la adquisición de las destrezas prácticas:

La observación indica cómo está el paciente; la reflexión indica qué hay que hacer; la destreza práctica indica cómo hay que hacerlo. La formación y la experiencia son necesarias para saber cómo observar y qué observar; cómo pensar y qué pensar (Nightingale, 1882).

Florence Nightingale consideraba que, una vez que la enfermera había “aprendido a aprender”, el proceso de formación debía continuar más allá de la escuela. Sus ideas al respecto eran asombrosamente vanguardistas: “hoy en día, cada cinco o diez años […] se necesita una segunda formación” (Seymer, 1954, pág. 333).


No es de extrañar que durante sus últimos años Florence Nightingale criticara la profesionalización de las enfermeras.En su opinión, la inscripción en un registro profesional pondría un punto final a la formación, llevaría a la presunción y en definitiva no sería más que una reproducción de la trayectoria profesional que habían seguido los médicos. Florence destacaba lo que de específico tenía la actividad de la enfermera y la responsabilidad personal de ésta en el bienestar del paciente. A su entender, era más fácil conseguir este bienestar si la enfermera entendía su trabajo como una llamada interior o una vocación, más que como una profesión. Tal vez era inevitable, pero finalmente sus razonamientos fueron desoídos.
Sin embargo, y de acuerdo a la información que recopilamos se da a conocer que ella menospreciaba en mucho la labor efectuada por los primeros médicos mujeres, considerando que la profesión del médico debía ser única y exclusivamente del hombre; es por ello que las pocas mujeres médicos de ese tiempo, recibieron muy poco apoyo por parte de ella, pudiendo observar aquí una discriminación de la mujer por la mujer misma, situación que en la actualidad aún perdura en muchos ámbitos laborales.



Las primeras emigraciones de “enfermeras Nightingale” a Australia, Canadá, India, Finlandia, Alemania, Suecia y Estados Unidos permitieron la creación de una red internacional de escuelas que aplicaban el sistema Nightingale. A medida que el oficio de enfermera se convertía en todo el mundo en una ocupación digna para la mujer, el “candil” de Florence Nightingale pasó a ser el emblema de la profesión, simbolizando, por un lado, la esperanza transmitida a los heridos en Crimea y, por otro, la cultura y el estudio.

Nightingale murió el 13 de agosto de 1910 a los 90 años.

sábado, 17 de enero de 2009

Enfermería: "El arte de cuidar" II

En la alta edad media (500-1000 d. C.) conocida como la época oscura representa con claridad el deterioro y destrucción social del imperio. Es en esta etapa cuando el cristianismo y la Iglesia poseen un poder indiscutible sobre la sociedad. La iglesia aparece como una estructura organizada, fuerte y el imperio se perpetuó a través de ésta; los obispos se vuelven líderes naturales de los pueblos. Cuando el emperador se traslada a Constantinopla el Papa se convierte en el más poderoso entre los poderosos de Occidente.

La sociedad estaba conformada por tres clases bien definidas: el clero, secular y monástico, ocupaba la posición más elevada; los siervos y granjeros que ocupaban el estrato inferior y en el medio se encontraban los señores, los aristócratas y los guerreros.

La mujer, que se encontraba en una posición de subordinación, alcanzaba cierta dignidad ingresando a alguna de las órdenes religiosas existentes

Este primer periodo de la edad media, y posiblemente como consecuencia de las clases sociales y culturales, dio cabida a grandes movimientos: el feudalismo, el monasticismo y el islamismo. El feudalismo, especie de gobierno patriarcal, proporcionaba a los hombres hogar para su familia, alimento y protección física, pero a cambio exigía lealtad, existía una gran discriminación social entre el señor y el siervo, desembocando la mayoría de las veces en abuso y descontento entre el pueblo.
En la mujer, obligada a casarse muy joven y generalmente contra su voluntad, recaía todo el trabajo relacionado con la administración del feudo; tenía, además a cargo el cuidado de los enfermos, desarrollaba actividades propias de los médicos –el número de médicos era mínimo– y de enfermería, prestaba primeros auxilios gracias a que tenía un gran conocimiento de remedios caseros.

Los monasterios, que eran pobres, débiles y desorganizados alcanzaron su esplendor en esta época. Se atribuye su organización a San Benito de Nursia, quien en el siglo VI fundó la orden de los Benedictinos. Los monjes además de ser copiadores oficiales de los manuscritos también fueron cronistas de la historia de su tiempo. Allí confluían la caridad, el ascetismo, la santidad y la sabiduría -a través de la literatura, artes, ciencia y bibliotecas-. Estos monasterios que inicialmente eran asilo y refugio para pobres se fueron convirtiendo en hospitales monásticos y la labor de enfermería administrada por hermandades monásticas o sociedades religiosas.


Se cree que eran las diaconisas o monjas las que atendían a las mujeres y los monjes a los hombres.Los hospitales medievales más antiguos y reconocidos, y que existen todavía, son según el orden de fundación el Hôtel Dieu de Lyon (542 d.C.); Hôtel Dieu de París (650 d.C.) y el Hospital del Santo Spirito de Roma (717 d.C.).
El Hôtel Dieu de París fue construido como casa de caridad, pequeño, pero se convirtió en un gran centro de atención a todos los que sufrían. Era atendido por la orden de las Hermanas Agustinas, considerada la más antigua de las órdenes de las hermanas-enfermeras, aunque también incluían hombres, dependía del clero y para todos los efectos éstas eran reconocidas como monjas de clausura. La documentación que conserva este hospital ha permitido entender la organización interna del mismo y el papel que tuvo el servicio de enfermería en el enfrentamiento entre la administración, laica, del hospital y el clero por el control del personal de enfermería.

En lo que se considera la Baja Edad Media (1000- 1500 d.C.), se creó un gran movimiento tendiente a la comercialización y secularización de la atención de los enfermos, finalizó la época oscura, hubo movilización de poblaciones y asentamiento de tribus bárbaras que se cristianizaron y civilizaron posteriormente, pero que en este proceso dejaron huella en la tierra que los acogió.

Se hicieron avances médicos, en las artes, especialmente la escritura, con la invención de la imprenta por Gutenberg (la Biblia de Gutenberg (1594) fue el primer libro completo que se imprimió de esta forma) y la arquitectura con el desarrollo de ciudades amuralladas, con castillos, fosos, portones, puentes levadizos, pero sin provisión de agua pura y alimentos, que al parecer, favorecieron las enfermedades contagiosas, delincuencia, violencia, hambre y muerte; aunque también la necesidad de enfermeras que atendieran a domicilio.Mujeres y hombres de los estratos sociales elevados e intelectuales se siguieron interesando por la enfermería.













La partera y el ama de cría y no el médico eran las encargadas de atender a la mujer embarazada, el alumbramiento y el recién nacido; sólo en casos especiales se requería la participación del barbero/cirujano.Hildegard de Bingen, conocida como “la profetisa del Rhin” fue una destacada autoridad en medicina durante esa época (siglo XII). Abadesa del convento benedictino de clausura de Disibodenberg fue mística, poeta, profetisa y médico. Sus conocimientos abarcaban la ciencia médica, la enfermería, las ciencias naturales, la botánica de plantas medicinales y la filosofía espiritual y religiosa. Aunque combinaba las artes de ambas disciplinas –la medicina y la enfermería–en su trabajo, fue más ilustre como médico que como enfermera. Escribió dos volúmenes de medicina: el Liber Simplicis Medicinae y el Liber Compositae Medicinae. Otra obra importante fue el Liber Operum Simplicis Hominis que trataba temas de anatomía y filosofía.También predijo la autoinfección y reconoció que el cerebro era el regulador de todos los procesos vitales, todo esto le dio una supremacía natural, por lo que en algún momento se llegó a creer que estos conocimientos eran el resultado de su posesión por un espíritu maligno.La clase media –mercaderes, banqueros, tenderos, artesanos– se fue fortaleciendo económicamente y adquiriendo un nivel cultural y universitario alto, independencia y sofisticación, pero también un sentimiento de inconformidad y desacuerdo con una Iglesia más interesada en los bienes materiales más que espirituales, en la riqueza, poder, laxitud y avaricia. Santo Tomás de Aquino (1225-1274), con su Summa Teológica, motivó, en parte, el fervor religioso, el cual quedó reflejado en las reformas que se dieron en el seno de la Iglesia católica, los monasterios, el sacerdocio, pero que dieron lugar también a las tristemente famosas Cruzadas contra los infieles, las peregrinaciones a Tierra Santa y que de alguna manera influenciaron la enfermería al adoptar el ideal militar y de orden –rango, deferencia hacia los superiores y el voto incuestionable de obediencia– teniendo como consecuencia la formación de órdenes militares de enfermería, órdenes mendicantes, Los terciarios y las órdenes seglares de enfermería, entre otras.


Los Caballeros hospitalarios de San Juan de Jerusalén, fue una orden muy adinerada por lo que pudo equipar los hospitales mejor que otras órdenes. Se distinguieron por su labor en el campo de la enfermería hasta la expulsión de los cristianos de Palestina. Los Caballeros Teutónicos, adquirieron gran poder en Alemania y les cedieron la administración de muchos de sus hospitales. Para los miembros de los Caballeros de San Lázaro, quienes además de ser guerreros habían padecido el azote de la lepra (sífilis y enfermedades crónicas de la piel), ésta se convirtió en su objetivo puesto que los leprosos habían sido excluidos de la sociedad en instituciones conocidas como lazarettos o leprosarios.

Son muchos factores los que hicieron perder el interés de estas órdenes por la enfermería, pero parece que uno muy importante fue la desaparición de las Cruzadas. Una de estas organizaciones, que se ha mantenido hasta nuestros días, es la orden de las Hermanas de la Caridad fundada por San Vicente de Paul en Francia donde la miseria y la enfermedad producto de las guerras habían creado el caos. La importancia de esta comunidad radica en el trabajo en las provincias, en la atención en casa brindando no sólo cuidado de enfermería sino apoyo espiritual. Se reclutó a jóvenes solteras, a las que se exigía inteligencia, refinamiento y un interés sincero por los enfermos pobres. San Vicente mismo se encargaba de la preparación espiritual de las jóvenes enfermeras a través de charlas semanales.





En 1809 las hermanas de la Caridad llegaron a América, donde además del trabajo comunitario se dedicaron al cuidado de los niños abandonados. El propósito de las órdenes mendicantes estaba orientado a promulgar la religión y la enfermería a la gente con enfermedades graves, se consagraron a vivir en la pobreza y de la caridad de la sociedad como lo hizo San Francisco de Asís y Santa Clara de Asís – dando origen a la Orden de los Franciscanos o la Orden de los Frailes Menores, autorizados por el Papa Inocencio III, y a la segunda orden de San Francisco más conocida como la Orden de las Claras Pobres o Clarisas, con Clara como abadesa, se dedicaron especialmente al cuidado de los leprosos, caracterizados por el ascetismo, el desprendimiento de las riquezas y de lo superficial.

Las órdenes seglares de enfermería, quienes no hacían vida religiosa y gozaban de gran popularidad y aceptación dentro de la comunidad, tenían una organización muy simple: formaban grupos de dos a cuatro miembros, vivían alrededor de iglesias y hospitales desde donde cuidaban a los enfermos. Aunque su objetivo era la comunidad en algunos casos atendían a nivel hospitalario.A pesar de que había médicos bien instruidos, la mayoría de la población era atendida por boticarios, alquimistas y médicos que además de consultar los libros de medicina consultaban también el horóscopo.

La combinación de la astrología y la alquimia permitía administrar los remedios y practicar la sangría de común acuerdo con lo que dictaminaban los astros puesto que se creía que los humores estaban controlados por los planetas.
El uso del cuerno de unicornio, la inhalación de narcóticos para la anestesia; el uso de especias como fármacos y de sanguijuelas para las sangrías y el examen de la orina fueron prácticas comunes en esa época.

En los siglos anteriores al renacimiento hubo muy pocos avances en la cirugía; muchos de los registros fueron destruidos poco a poco por las hordas bárbaras que azotaban en forma inclemente a Europa. Y es durante el siglo XIV cuando aparece la Muerte Negra, enfermedad terrible que asoló el continente Europeo después de haber arrasado Asia y África. Este brote de peste bubónica se considera una de las crisis más devastadoras de la humanidad puesto que destruyó una cuarta parte de la población de la tierra.Se cree que las reformas que se presentaron posteriormente fueron el resultado de un sinnúmero de factores incubados especialmente al final de la baja edad media. Podría decirse, por consiguiente que se originaron en el deterioro del sistema feudal, en el enriquecimiento y abuso de la Iglesia, el desarrollo de ciudades y de la clase media, en la simultaneidad del lujo extremo y la miseria absoluta, el conocimiento y la ignorancia, y las necesidades cambiantes de esa sociedad con brechas socioeconómicas y culturales muy importantes y en su momento insalvables.
Estos movimientos –que marcaron de alguna manera la atención y curación del enfermo, la administración de hospitales y la posición de Enfermería– fueron el Renacimiento, la Reforma Protestante, el nacionalismo, el descubrimiento y conquista del nuevo mundo (el mundo de Colón) y el consiguiente comercio transoceánico, la divulgación del conocimiento mediante la palabra impresa que aceleró principalmente la revolución intelectual, cultural, política y religiosa.
La revolución religiosa se produjo por la conjunción de situaciones críticas como una corriente (popular) que protestaba contra una Iglesia dominante y opresiva; otra (la intelectual) que abominaba la doctrina y el fanatismo religioso; una tercera (la clase trabajadora) resentida contra el servilismo y la opresión, mientras que los religiosos propugnaban por el retorno a una fe sencilla. Pero, se cree que uno de los factores más importantes que produjo la escisión de la Iglesia y la división del cristianismo causado por el enfrentamiento entre sí de las sectas cristianas fue el movimiento intelectual conocido como el Renacimiento.

El Renacimiento

Se hizo evidente el conocimiento del nuevo y viejo mundo, del Próximo y Extremo Oriente, de las nuevas leyes de Newton, del saber de la época grecorromana (retorno a las culturas de la Roma y Grecia clásicas). Se inició el método científico de investigación (Descartes).La secularización se consolidó como el espíritu moderno, surgieron nuevas instituciones y se modificaron las antiguas, impactando especialmente las relacionadas con el cuidado de los enfermos.Los movimientos sociales que caracterizaron a Europa durante varios siglos se replicaron en América.

Diferentes grupos europeos, católicos y protestantes, emigraron al nuevo continente llevando sus costumbres y el cuidado de los enfermos a un territorio donde los nativos tenían una forma particular de cuidar a sus enfermos a través de los “curanderos” quienes usaban una medicina popular y mágica y de las mujeres que utilizaban hierbas y ejercían la función de enfermeras.El establecimiento de las colonias en el Nuevo Mundo estuvo marcado por un fuerte lazo entre éstas y los países madre (España, Francia, Portugal e Inglaterra).

El espíritu dominante del Renacimiento fue la preocupación por las cosas del mundo sin hacer referencia a Dios. Comienza en Italia alrededor del año 1400 y se expande hacia el oeste de Europa durante el siglo siguiente.Leonardo da Vinci, Miguel Angel, Rafael y Ticiano, entre otros, fueron estudiantes de la escuela de arte florentino. De las escuelas pictóricas del norte surgieron Rubens, Antonio van Dyck y Rembrandt, todos ellos interesados en la disección humana, especialmente Rembrandt con su clásico Lección de anatomía. Al fracasar los esfuerzos por conciliar el catolicismo con el protestantismo, Europa se deslizó hacia una serie de contiendas civiles donde imperó el odio y el individualismo.

Mucha gente había comenzado a migrar hacia el nuevo mundo en busca de riqueza, pero sobre todo de libertad religiosa. A pesar de que la Reforma no afectó directamente a los hospitales en los países católicos y algunos sobrevivieron en los países protestantes, la mayoría de los hospitales dirigidos por órdenes religiosas fueron cerrados o entregados a los protestantes y los monjes y monjas expulsados de los hospitales produciendo un déficit de gente e instituciones donde se atendiese a los enfermos. Los hospitales que quedaron se convirtieron en lugares de horror, sin personal cualificado que pudiera reemplazar a las órdenes religiosas de enfermería.

Enrique VIII, en Inglaterra, suprimió las órdenes religiosas de enfermería y confiscó las propiedades de cerca de 600 fundaciones caritativas. Para cubrir la necesidad urgente de enfermeras se reclutó a mujeres de todos los orígenes, se negociaron penas de cárcel a cambio de realizar la tarea de cuidar enfermos. Todo esto, más la ambivalencia del protestante hacia sus enfermos y pobres produjo resultados funestos para la Enfermería, arrastrándola a sobrevivir en medio de las peores vejaciones y condiciones jamás enfrentadas. ...“En general, los asistentes o enfermeros laicos eran ignorantes, rudos y desconsiderados, por no decir inmorales y alcohólicos.
Cuando una mujer ya no podía ganarse la vida con el juego o el vicio, le quedaba la alternativa de convertirse en enfermera. Las enfermeras eran reclutadas entre antiguas pacientes, presas y de los estratos más bajos de la sociedad. ...Este estado deplorable de las enfermeras y de la enfermería se prolongó durante todo este período. La enfermería apenas estaba organizada y, por supuesto, carecía de posición social. Nadie se dedicaba a la enfermería si tenía la posibilidad de ganarse la vida de cualquier otra forma. Como enfermeras, incluso las hermanas de las órdenes religiosas llegaron a estancarse por completo a nivel profesional como consecuencia de una ininterrumpida secuencia de restricciones desde mitades del siglo XVI”.

A esta etapa se ha denominado la Etapa o Periodo Oscuro de la Enfermería (1550-1860). Los tiempos o épocas son llamadas oscuras o bien, porque son largamente desconocidas por nosotros, en tal caso pensamos de ellas como oscuras o bien porque sufrieron problemas, miseria y penalidades con una perspectiva de vida sombría durante prolongados periodos de tiempo.

La Revolución Francesa (siglo XVIII) además de todas las consecuencias reconocidas, movió el centro de la excelencia médica de París a Londres donde John Hunter (1728-1793), uno de los cirujanos más reconocidos, contribuyó en forma importante a la cirugía a través de trabajos sobre tromboflebitis y embolia pulmonar.










El siglo XIX trae consigo un sinnúmero de aportes importantes a la ciencia, se desarrolla la medicina experimental y científica en Francia, Alemania, Suiza, Inglaterra. Teodoro Billroth, cirujano alemán, incorporó conocimientos de patología al estudio de la cirugía, mientras en Francia, surgía el conocimiento de la microbiología y en Inglaterra se introducía la antisepsia.

Sin embargo, en palabras de Patiño “el verdadero fundador de la cirugía moderna, tal como se ha practicado en el siglo XX, fue William S. Halsted, de Johns Hopkins, quien a finales del siglo XIX sentó las bases de la cirugía como arte de refinada ejecución y como ciencia de gran exactitud, incorporando los conceptos de patología, microbiología y asepsia de los europeos como fundamento de la cirugía...”.... “Halsted edificó una teoría quirúrgica y creó un verdadero paradigma, la escuela halstediana, que reinó en forma indiscutida a lo largo del siglo XX”.
A todas luces se reconoce que la profundización de los males sociales iniciada en el siglo XVIII, y que obviamente comprometió la enfermería por ser el reflejo de lo que pasaba a la mujer en la sociedad, llevó a que con urgencia y, motivada por un interés público se replanteara la situación de enfermería, se iniciara un movimiento liderado por los médicos, el clero y los ciudadanos filántropos quienes abogaron por el establecimiento de verdaderos sistemas de enfermería bien fuera bajo el auspicio religioso o a través de un esquema seglar con enfermeras remuneradas.

Es así como una sociedad preocupada por la absoluta decadencia de una enfermería –el arte de cuidar– cada vez más desprestigiada, mientras que la medicina –el arte de curar– que avanzaba en forma esplendorosa, no encontraba eco en la enfermería, produce una serie de cambios significativos que llevarían a la reforma estable de la enfermería.

Es a partir de esta situación que la enfermería renace, que se introduce el conocimiento, la ciencia, al arte de cuidar.En este renacer jugó un papel bien importante el Instituto de Diaconisas de Kaiserswerth, Alemania, creado en 1836 por el pastor protestante Theodor Fliedner, dio lugar a la reactivación de las órdenes de diaconisas de la época de Cristo, de suerte que al Instituto Kaiserswerth, de origen protestante, se le reconoce como el creador de la primera orden moderna de diaconisas que influyó en la enfermería actual a través de Florence Nightingale.



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