El aire de leyenda que acompaña la figura de Florence Nightingale comenzó a raíz del estallido de la guerra franco rusa, en Crimea, en el año 1854. Tras escuchar noticias acerca de las deficientes condiciones sanitarias que imperaban en el Hospital de Üsküdar, envió una carta al secretario de guerra británico ofreciendo sus servicios como voluntaria.
Al recibir una respuesta afirmativa, emprendió el viaje acompañada de 38 enfermeras voluntarias que había reclutado y se presentó en los campos de batalla: era la primera vez que se permitía la entrada de personal femenino en el ejército británico. Ya en Crimea se pudo constatar el deplorable estado en el que se encontraban los soldados hospitalizados: catres amontonados, escasa limpieza, mala comida y apenas medicinas.
Surgió entonces la leyenda de “La Dama de la lámpara” o “El ángel de los tullidos” pues Florence, acompañada por una lámpara y por un búho domesticado en el bolsillo, solía realizar interminables rondas nocturnas entre los heridos curándolos y brindándoles ánimo.
El siguiente poema de Longfellow condensa la historia casi legendaria de esta mujer que forma parte de los anales registrados en los servicios a la humanidad. Semejaba un ángel de misericordia cuya sola presencia llevaba la felicidad a muchos miles de hombres desdichados; y la luz que en las angustiosas horas de las noches proyectaba esta incansable mujer, un radiante milagro. Su trabajo, impuesto voluntariamente, no conocía el reposo. Los soldados besaban su sombra, cuando ella pasaba.
“Los heridos en la batalla
En lúgubres hospitales de dolor;
Los tristes corredores,
Los fríos suelos de piedra.
¡Mirad! En aquella casa de aflicción
Veo una dama con una lámpara.
Pasa a través de las vacilantes tinieblas
y se desliza de sala en sala.
Y lentamente, como en un sueño de felicidad,
El mudo paciente se vuelve a besar su sombra,
Cuando se proyecta en las obscuras paredes.”
A pesar de ser pocas enfermeras el grupo llegó a atender a más de cinco mil heridos. El arribo femenino realmente no fue bien visto por los cirujanos que estaban en el lugar, la joven Florence impávida, trabajó sin descanso para mejorar las condiciones del hospital y el cuidado a los soldados. Los cambios que ella introdujo revolucionaron los cuidados médicos militares de Inglaterra, incrementaron los estándares de sanidad y nutrición, y bajaron drásticamente los índices de mortalidad contribuyendo a corregir las condiciones higiénicas en general.
La Promesa
“Yo me comprometo solemnemente ante Dios y en la presencia de esta asamblea, a fin de pasar mi vida en pureza y practicar mi profesión fielmente.
Me abstendré de todo lo que sea perjudicial y malicioso y no tomar o administrar a sabiendas ninguna droga nociva.
Voy a hacer todo en mi poder para mantener y elevar el nivel de mi profesión, y se mantendrá en la confianza de todos los asuntos personales de mi cometido y de mantenimiento de todos los asuntos de la familia llegue a mi conocimiento en la práctica de mi vocación.
Con lealtad me esfuerzo para ayudar al médico en su trabajo, y dedicarme al bienestar de los cometidos a mi cuidado.”
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